Actualmente vivimos en un mundo tóxico sobre productos metabólicos de desecho (toxinas endógenas) y toxinas ambientales (exógenas) por lo que la desintoxicación correcta y oportuna resulta esencial para la prevención de enfermedades, especialmente las degenerativas.
Los síntomas comunes de intoxicación son dolores de cabeza, migrañas, dolores de articulaciones, bolsas en los ojos, inflamaciones orgánicas, dolor de espalda, mala memoria, mala digestión, problemas de colon,uñas quebradizas, cabellos resecos, alergias frecuentes, gripes continuas y muchas otras.
Estas manifestaciones viven silenciosamente entre nosotros y por desconocimiento este proceso dañino se lo atribuimos a cualquier cosa, la única salida a la que nos hemos acostumbrado es paradójicamente continuar intoxicandonos al recurrir a fármacos para aliviar estos síntomas, es decir un círculo interminable de toxinas en nuestro cuerpo.
La vida se inicia en una sola célula, por lo que la desintoxicación a nivel celular es la raíz para encarar el problema y obtener resultados clínicamente confiables. La comprensión del papel de las toxinas intracelulares frente a las toxinas extracelulares son dos factores que persigue la eliminación de sustancias tóxicas por etapas, primero de nuestras células, de la sangre y de los órganos, especialmente del hígado que es el órgano principal de desintoxicación, seguido de los riñones y del colon.
La contaminación ecológica creciente hace inevitable la acumulación de metales pesados en el organismo, tales como mercurio, plomo, cadmio, etc., dependiendo del nivel de exposición.
Esta acumulación puede afectar las capacidades cognitivas, de razonamiento y de concentración, además de reducir la eficiencia del sistema inmune y propender enfermedades degenerativas y endocrinas.
Además, este ambiente contaminado aumenta significativamente la producción de radicales libres del organismo.